A muchos pastores les cuesta un gran esfuerzo convertir sus principios teológicos en un ministerio fructífero en los lugares que han sido llamados a alcanzar. No les es suficiente saber lo que se debe creer (la teología), o la forma en que se debe trabajar en el ministerio (la metodología). Necesitan algo que se halle entre ambos extremos. Necesitan ayudar a pensar en función del ministerio dentro de una cultura que ha dejado de creer que el cristianismo sea una fuerza beneficiosa, sin mencionar siquiera que en la Persona de Cristo se encuentre la fuente máxima de la verdad revelada.